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Blog Miguel Angel Torres - El Legado Mexicano

Mi pelea del 21 de abril en UFC 145 contra Michael McDonald me significa mucho por muchas razones. Obviamente,
me ofrece la oportunidad de anotarme otra victoria
en el UFC, avanzar un paso más cerca del título
mundial
y continuar con mi buen estado físico actual. Pero, sobre todo, se
siente muy bien pelear otra vez porque, por un breve momento durante el año
pasado, mi futuro en el UFC parecía incierto. 

Como la mayoría ya sabe, dije algo inapropiado vía Twitter y, como era de esperar, sufrí las consecuencias.
Inicialmente me dijeron que ya no podría pelear en UFC y que mi participación
en la organización número uno de Artes Marciales Mixtas había quedado en el
pasado. Como se imaginarán, esto me causó muchísimo dolor y me generó un
profundo arrepentimiento.

Mirando atrás lo que ocurrió fue un error, uno que ojalá pudiera borrar.
Dije algo estúpido, insensible y pagué el precio. Afortunadamente, al menos
ahora sé el impacto que tienen mis palabras, y por lo tanto, ya no volveré a
tomar las redes sociales a la ligera.

Honestamente, siempre odié las redes
sociales
y nunca me gustó la idea de involucrarme con Facebook o Twitter. De
hecho, sólo me sumé a ese mundo porque me sentí obligado a hacerlo ya que todos
los atletas tienen una cuenta. Nunca fue mi ambición personal la de volcar mis
pensamientos, sentimientos y decisiones vía internet y exponerlos ante
todos. 

Tengo un cierto estilo y personalidad,
y ahora me doy cuenta que no todos lo aceptan. Twitter resalta el hecho de
gente a quien le gustas y te apoya, lo cual es genial, y también hay otros quienes
te odian y no ven la hora de verte derrotado. No creo sea la clase de crítica
que uno quiera recibir, pero, de todos modos, aporta otra perspectiva. Te hace
dar cuenta que no eres infalible y no importa lo que hagas en tu vida
profesional, siempre habrá gente a quien le desagrades por cualquiera que sea
el motivo.

La idea de quedar fuera del UFC me
asustó muchísimo. Pelear es mi vida
– es en lo único que pienso a diario – y el UFC me da la oportunidad de mostrar
mis habilidades en el escenario más importante del mundo y frente a la mejor
competencia disponible. No puedes dar ese privilegio por sentado, ni perder el
foco y ponerlo en riesgo.

Todo este episodio me hizo dar cuenta cuán importante las artes marciales
son para mí. Siempre quise ser parte de MMA. Obviamente, soy consciente que no
podré pelear el resto de mi vida, pero siempre habrá algo que hacer, ya sea
como entrenador de otros peleadores o analista. Me encantaría dedicarme a ambos
campos en el futuro. Hace 14 años
estoy involucrado en las artes marciales mixtas y creo que he visto
prácticamente todo lo que este deporte tiene para ofrecer. He experimentado
todos los altibajos, tanto dentro como fuera del ring, y aún sigo vivo para
contar la historia.

Por ahora, estoy contento con competir y aún me queda mucho por lograr en
el juego. Pelear no es una carga o una tarea para mí. No hay otra cosa que me
gustaría hacer más. Cuando pelear y entrenar se vuelvan un deber, entonces
habrá llegado la hora de dar un paso al costado. Todavía no he llegado a ese
punto y ni siquiera lo veo cerca.

Llevo la pelea arraigada en el alma, es parte de mi ADN. De niño, solía
mirar mucho boxeo con mi padre y eso fue lo que primero me inspiró a pelear. No
era tanto pelear en sí lo que me intrigaba, sino la reacción de mi padre. Me sentaba a mirar la pasión
que le despertaba cada combate y jamás me olvidé de eso.

Mirábamos a alguien como el gran boxeador Julio Cesar Chávez caminar hacia el ring y mi padre lo miraba con
orgullo y admiración, hasta los ojos se le humedecían de la emoción. Mirar a
peleadores como Chávez era lo máximo para él. A esos grandes mexicanos los
quería como si fueran parte de la familia.
Nunca vi a mi padre demostrar tanta emoción y orgullo. Después de verlo
reaccionar de esa forma ante la pantalla, sabía que debía enorgullecerlo y
continuar en cierta medida ese gran legado
mexicano
en el mundo de la pelea.

Sigan a Miguel en Tiwtter.