"Tus batallas me inspiraron, no las obvias batallas materiales, sino las llevadas a cabo y ganadas detrás de su frente", fueron las palabras que escribió James Joyce, uno de los mejores escritores irlandeses y uno de los mejores novelistas del siglo XX.
Y quien haya seguido la carrera de Conor McGregor durante los últimos cinco años sabe cuánto de su juego es esa fortaleza mental de la que habla Joyce.
Un ejemplo de esta metáfora no sería ninguna de sus victorias más notables como la de UFC 205 cuando se convirtió en el primer doble campeón, o UFC 194 frente a José Aldo Jr. para reclamar el título indiscutido de peso pluma; sino la primera pelea de McGregor-Díaz, donde Conor fue sometido por Nate Diaz.
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Dentro del Octágono y en su récord, McGregor fue derrotado; pero detrás de su frente se desarrolló un resultado diferente. Esa batalla interna fue ganada por Conor, imponiendo su voluntad al final, usándola, aprendiendo de ella. Y finalmente regresando para ganar la revancha contra Díaz más tarde.
Algunos pueden decir que su juego mental le hizo ganar peleas incluso antes de que su oponente entrara al Octágono. McGregor encuentra la manera de meterse en la cabeza de sus rivales, manteniendo la suya blindada.
Esas batallas han inspirado a muchos de sus fanáticos y seguidores. Él tiene éxito, es lo suficientemente inteligente, lo suficientemente fuerte.
Los fanáticos incondicionales son así debido a esas batallas y lo seguirán de nuevo después de dos años de ausencia cuando desafíe al invicto Khabib Nurmagomedov en el UFC 229 el 6 de octubre. Ellos estarán mirando.